sábado, 25 de octubre de 2008

Carta a Dios

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................................................................................................................Buenos Aires, 3 de junio de 2008

Querido Dios:

Aclaro antes que nada que lo de “querido” es más un reconocimiento a tu popularidad, que una demostración mía de afecto. No lo digo para polemizar de entrada, simplemente me gusta dejar las cosas claras.
Te escribo esta vez, ya que el rezo no tiene el sabor artesanal de lo escrito. No sé si estás al tanto de las cosas que andan pasando por éstos continentes. Lo que se rumorea por acá es que tu último trabajo fue aquel de los 7 días y que después te excusaste con lo del “libre albedrío”. Y esto no lo digo yo, sino tus más fervientes admiradores. Se habló también de “la separación de las aguas” o lo del “pan y los pescados” pero hecho por gente allegada a vos, así que ahí tercerisaste. No digo esto para quitarte mérito, tengo que reconocer que lo de la “Creación” quedó bastante lindo, pero la idea del libre albedrío….. ¡En qué pensabas! Yo sé que el domingo es para descansar, pero qué te costaba un reglamento mínimo. Y no me vengas con lo de “los mandamientos” porque sabemos que más de la mitad son muy difíciles de cumplir y ni siquiera tienen tu firma con lo cual nos pasaríamos siglos discutiendo quién los escribió, que es lo que nos pasa con la Biblia, sin contar las mil contradicciones que posee. El fin de ésta carta no es retarte, pero ésta la tenía atragantada hace rato. Disculpame.
Quería contarte que últimamente estuve charlando con tus fans de distintas corrientes, y me sorprendió lo cerrados que son. Todos tratan de llevarme a sus distintas sedes para que me comunique con vos, como si hubiera mejor señal ahí o algo por el estilo. Yo les explico que no es mala onda, sino que lo que no me cierra es ese hombre al frente del público que dice ser vocero tuyo. No me parece que hayas dicho lo que él dice que dijiste. ¿Me seguís? Les conté cómo funciona nuestra relación. Les dije que tenemos un vínculo espiritual. Yo te propuse un convenio y vos callaste otorgándome como dice el dicho. Me miraban extrañados cómo si estuviera diciendo una ridiculés, así que les dije: “Yo trato de ser mejor persona cada día y cuando puedo ayudo a alguien, él a cambio me dá una mano cuando se me complica la cosa”. No sabés como se pusieron. No podían creer que tuviera línea directa. Estaban furiosos como si yo cruzara la frontera sin documentos, mientras ellos hacían la cola en la aduana, todos los domingos.
Les dije que vos eras un ser abierto, que tus años de experiencia te habían permitido eliminar a los intermediarios, y que no podías andar todo el tiempo tomando represalias porque te llenaba de ondas negativas. Parecía mentira ver a esa gente que siempre profesa el amor, con una expresión tan contradictoria.
Tuve que decirles que iba a meditar su propuesta para que no se angustiaran tanto.

No quería amargarte la tarde con estas noticias, sé que te gusta ver el atardecer tranquilo. Pero me veía en la obligación de informarte que hay mucha gente hablando en nombre tuyo y sospecho que no todos tienen tu aval.
Bueno me despido y sabés que podés contar conmigo para lo que necesites.

Un abrazo simbólico, y no te cuelgues para responder.

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viernes, 10 de octubre de 2008

jueves, 9 de octubre de 2008

La globalización del aislamiento

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¿Estás conectado? Esta frase es muy escuchada o leída últimamente. Lo paradójico es que mientras más conectados vivimos, mas aislados estamos. Si hace diez años hubiese escuchado que “fulanito” estaba conectado, la primera imagen de mi mente hubiera sido la de alguien al lado de un respirador artificial. Sin embargo hoy en día “si no te conectas” estás fuera de onda. Si no estás en un grupo electrónico donde ves fotos de gente que no conocés, pero que tildás de amigos aunque nunca hayas escuchado su voz o visto su rostro cara a cara, te sentís en falta. Pero la tecnología no es la culpable, sino la aplicación que le damos.

Vivimos en un mundo que se volvió violento, cruel y frío.

Todos queremos comunicarnos, pero tenemos miedo. Miedo a que no nos acepten. Miedo a no hacer o decir lo correcto. Miedo a arriesgar una sonrisa. Miedo a mostrar un sentimiento.

Nos ocultamos detrás de un mensaje de texto. Nos olvidamos como era decir algo desde nuestro pecho.

Es más fácil navegar en el espacio electrónico con un nombre falso, que salir bajo la lluvia una noche de verano y llegar corriendo con el corazón aturdiéndonos porque estamos por ver a esa persona que conocimos en una fiesta. Esa que sí vimos. Esa con la que bailamos y nos reímos. Esa a la que también pudimos verle alguna arruga cuando amaneció y no nos importó porque hablamos sin parar toda la noche.

La tecnología nos permitió saber que fue de la vida de aquel compañero de secundaria que no veíamos hace veinte años o hablar a bajo costo con un pariente que se fue a otro país por trabajo. Pero también si la dejamos nos lleva a un mundo donde tenemos un rectángulo de cristal enfrente nuestro con el que creemos tener un vínculo que solo existe en nuestra mente.
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